Evangelio Lectio Divina para el trigésimo domingo del tiempo ordinario - 23 de octubre de 2022
Cuando lucho por escuchar a Dios, lo busco en las verdades de la vida misma. Sus palabras no están sólo en la Biblia. Si somos sinceros con nosotros mismos, comenzamos a ver cómo su sabiduría es siempre el subtexto de la vida que vivimos. Simplemente tienen sentido. Son como el código que mantiene unido un programa. Sus enseñanzas en el Evangelio son como el resumen de las lecciones que aprenderíamos en la vida si somos honestos con nosotros mismos y escuchamos a otros cuyas palabras resuenan con una sabiduría similar a las palabras de Cristo. Hablo principalmente de la última línea de este pasaje: “el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Es mejor dejarlos con esas palabras de Cristo, porque esta es una verdad que todos conocemos; es familiar porque recuerda las realizaciones a las que llegamos por nuestra cuenta después de nuestras propias observaciones honestas de la vida.
Querido señor,
Gracias por mostrarme que soy como el fariseo, y también como el publicano. Gracias por revelar que tengo bien en mí, pero debo ser limpiado de mi pecado para cumplir el propósito que me hiciste cumplir. Jesús, tu sabiduría me humilla. El Evangelio siempre tiene algo que enseñarme, incluso si lo he leído cientos de veces. Te alabo por tu infinita verdad y bondad. En el nombre de Jesús, Amén.